martes, 17 de diciembre de 2013

QUE NOVEDAD, LA PALABRA DE DIOS ASÍ LO DICE.

NOTICIA:

En la arcilla podría estar el origen de la vida en la Tierra, según científicos


La arcilla podría haber sido la cuna de la vida en la Tierra, o al menos de las complejos materiales bioquímicos que hacen posible la vida, según una investigación de la Universidad de Cornell (Nueva York).

Científicos de la Universidad de Cornell (Nueva York) concluyen que ciertos tipos de arcilla facilitaron la formación de moléculas orgánicas que hicieron posible la vida en el planeta.

Las arcillas contienen compuestos minerales como aluminio, silicio y oxígeno que en las profundidades de los primeros mares habrían dado lugar a una sustancia llamada ‘hidrogel’, polímeros que conforman una aglomeración de espacios microscópicos capaces de absorber líquidos como una esponja, en los que se producen las reacciones químicas de síntesis de proteínas, ADN y células vivas, se indica en el estudio.
“Sugerimos que en los orígenes de la historia geológica, el hidrogel ejerció una función de confinamiento de las biomoléculas y catalizó la reacción bioquímica”, explica Dan Luo, profesor de ingeniería ambiental y biológica de la Universidad de Cornell.
Para probar su hipótesis, el grupo de investigadores se valieron de hidrogeles sintéticos que, con aminoácidos, enzimas y material celular forman las proteínas que codifica el ADN.
El estudio con hidrogeles demostró que esta sustancia puede generarse en las condiciones naturales de la arcilla.
Los hidrogeles de arcilla podrían ser un lugar seguro y protegido para las largas moléculas orgánicas, impidiendo su degradación por la influencia externa, hasta que la membrana que rodea las células vivas se desarrolló, para crear la ‘sopa primordial’ donde apareció la vida, señalan los investigadores.
Los científicos han sugerido en el pasado que pequeños globos de grasa o polímeros podrían haber servido como precursores de las membranas celulares.
La arcilla es una posibilidad prometedora porque las biomoléculas tienden a adherirse a su superficie, y los teóricos han demostrado que el citoplasma -el interior de una célula- se comporta como un hidrogel. Y, explica Luo, un hidrogel de arcilla protege mejor a sus contenidos de las enzimas perjudiciales (llamadas “nucleasas”), que pueden desmantelar el ADN y otras biomoléculas.
Como prueba adicional, la historia geológica muestra que la arcilla apareció por primera vez justo en el momento en el que las biomoléculas comenzaron a formar protocélulas -estructuras similares a células, pero incompletas- y, finalmente, las células terminadas. Los eventos geológicos coincidían con los eventos biológicos.
Cómo evolucionaron estas máquinas biológicas aún queda por explicar, reconoce Luo. Por ahora su grupo de investigación está trabajando para entender por qué un hidrogel de arcilla funciona tan bien, con la vista puesta en las aplicaciones prácticas de la producción de proteínas “libre de células”.
FUENTE: CUBA DEBATE.


CONFRONTACIÓN:

Génesis 2:7

Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.



Dios creó al hombre con el propósito de que éste llevase su imagen en el mundo creado; es decir, para que fuese la expresión de su carácter y de su gloria. Sin embargo, ¿cómo puede el hombre, una criatura tomada del polvo de la tierra, llevar y expresar la imagen de su Creador? Pues ni aún los ángeles, tanto mayores en fuerza y potencia, fueron creados para un designio tan alto. La respuesta se encuentra en la misma creación del hombre. Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Las dos palabras resaltadas en la frase anterior, aunque puedan parecer una figura redundante de la poesía hebrea, conllevan, en realidad, un importante significado.
La imagen hace referencia al ya mencionado propósito divino de que el hombre exprese su carácter y su gloria en el universo creado. La semejanza, por otro lado, es la clave fundamental para el logro de dicho propósito. Pues Dios posee una naturaleza y una vida por completo distinta a la de cualquier criatura, aun la de los poderosos arcángeles y los llameantes serafines (en realidad, la naturaleza divina se eleva a una distancia infinita por encima de la naturaleza creada). Dios, nos dice la Escritura, es Espíritu (Jn. 4:24). Esta es su naturaleza esencial. Por ello, para poder poseer su imagen, el hombre necesitaba, en primer lugar, una naturaleza semejante a la que Dios posee, capaz de recibir, contener y expresar su vida divina.
Por ello, cuando Dios moldeó al hombre del polvo de la tierra, la Escritura nos sugiere que lo hizo tal como un alfarero moldea una vasija de arcilla, pues el nombre Adán (del hebreo adama), procede de una raíz semántica que significa barro rojo (vgr. greda o arcilla). Una vasija tiene por propósito contener algo dentro de sí. Es decir, la mayor parte de ella es un gran vacío interior, cuyo único fin es el ser llenado. En este sentido, la Biblia nos dice que Dios sopló en el hombre aliento de vida, y que fue el hombre un ser viviente (un alma viviente). Pero, en ese instante, cuando el aliento de Dios entró en el hombre tomado de la arcilla de la tierra, plasmó en lo más íntimo de él una cámara secreta que tiene la «forma de su aliento», es decir, su semejanza.
Tal vez, un ejemplo nos ayude a entender mejor lo recién afirmado: Una vez vi a un hombre haciendo botellas de manera artesanal. Con un tubo largo de cobre extraía una pequeña gota de vidrio líquido desde un horno ardiente, pegado a uno de sus extremos. Luego, soplaba por el otro extremo y el vidrio comenzaba a inflarse maravillosamente, igual como si fuera un globo. Entonces aquel hombre, sin dejar de soplar, daba rápida y hábilmente forma a una botella, girando el tubo con velocidad. Finalmente, en unos pocos minutos, la botella estaba terminada. Se podía decir que, literalmente, el aliento de ese hombre había dejado su forma en la botella.
Del mismo modo, el aliento de Dios plasmó su semejanza en el interior del hombre, cuando entró en él para crear su alma. Entonces, el hombre no sólo tuvo un cuerpo tomado de la tierra, un alma creada por el soplo de Dios (como el exterior de la botella), sino también la forma interior del aliento de Dios (el interior de la botella), semejante en naturaleza al mismo Dios. Es decir, un espíritu. Luego, el hombre fue creado como un ser tripartito, formado por un espíritu, un alma y un cuerpo. Pero el espíritu fue concebido para ser la parte más elevada y rectora del hombre, pues tiene la capacidad de recibir la vida divina dentro de sí y participar así de su naturaleza increada. El espíritu podía ser engendrado por Dios, al recibir dentro de sí la simiente divina, contenida en el árbol de la vida. De ese modo, el hombre habría sido elevado a participar de una vida de unión y comunión con Dios en espíritu.

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